viernes, 26 de octubre de 2012

EL NAUFRAGIO QUE INSPIRÓ UNA NOVELA

Owen Chase
-Mi padre, Owen Chase, fue uno de los pocos sobrevivientes del naufragio del Essex-. Así inició el relato William Chase, al joven grumete que lo escuchaba absorto. Ambos se encontraban en cubierta aferrados a las jarcias del barco ballenero que se balanceaba fuertemente en las aguas agitadas del Cabo de Hornos.

Entonces, William empezó a deshilvanar la historia de su padre, primer oficial del Essex, que zarpó de la isla de Nantucket al este de la costa del estado de Massachusetts un día de agosto de 1819. Nantuckett, hoy una zona exclusiva para norteamericanos de clase media alta que quieren alejarse del mundanal ruido, era por entonces el centro de la industria ballenera. Ahí recalaban los barcos con el producto de la caza de cetáceos y de su elaboración surgía el codiciado aceite, único combustible que iluminaba las lámparas del siglo XIX.
                                      Owen Chase

El Essex enfiló directamente hacia el sur para cruzar el estrecho de Magallanes e iniciar la búsqueda de ballenas, que por esa época se encontraban en el Pacífico. Ya bien entrado en aquél océano, el joven capitán del barco, George Pollard, de tan sólo veintiocho años vivió una experiencia única en la historia de la navegación a vela: su barco fue atacado y hundido por una ballena.

El animal embistió dos veces con su cabeza al Essex, produciéndole un enorme orificio en uno de sus costados. La nave empezó a escorar y en pocos minutos desapareció de la superficie.

Parte de la tripulación se salvó a bordo de varios botes que quedaron a la deriva en el medio del océano. Con el paso de los días y las semanas, los menos resistentes fueron muriendo y sus cadáveres arrojados al mar cuando ya hedían y no se podía arrancarles más partes para alimentar al resto. El canibalismo era esencial para la supervivencia.

Al cabo de noventa días, los tres únicos sobrevivientes: el capitán Pollard, Owen Chase y un marinero, fueron rescatados de aquella agonía por otra nave. Se trató de la más prolongada permanencia en el agua en la historia de los naufragios.

-Mi padre relató minuciosamente aquél episodio- terminó diciéndole William al grumete- lo escribió en un libro que siempre llevo conmigo. El título es un poco largo: Narración del más extraordinario y desastroso naufragio del ballenero Essex. Te lo presto para que te distraigas durante los tediosos días que nos esperan en el Pacífico- El grumete, que no era otro que Herman Melville, regresó feliz a su litera con el libro bajo el brazo.

Tiempo después, decidió escribir una novela basándose en el relato de Owen Chase y el resultado fue Moby Dick, que junto con las novelas de Jack London constituyen, en la literatura norteamericana, las obras cumbres de la lucha del hombre ante la naturaleza.

                                     Herman Melville

Ahab, el capitán del Pequod
En su novela, Melville reemplazó al joven capitán Pollard por el veterano Ahab, quien en sus épocas de arponero perdió una pierna luchando contra Moby Dick, la gigantesca ballena blanca. La enorme cicatriz que cruzaba el rostro de Ahab como si fuera a dividirle en dos la cara, también fue el resultado de aquél encuentro.
Ahab partió de Nantucket comandando el Pequod sin la menor intención de llenar los depósitos del barco con barriles de aceite de ballena. Su obsesión, su único proyecto de vida, era matar a Moby Dicky y estaba dispuesto a recorrer todos los mares hasta encontrarla.
     Gregory Peck interpretando al capitán Ahab en la película Moby Dick

Obnubilado por el deseo de venganza, consideraba a la ballena como un ser de inteligencia casi humana, perverso y asesino. Indudablemente, la compulsión de Ahab contenía facetas de insania. O la ballena acababa con su vida o él terminaba con Moby Dick. Cualquiera fuera el resultado significaba el fin de Ahab, ya que si eliminaba al cetáceo, su vida perdía toda razón de ser.

Después de semanas de navegación, lograron avistar a la ballena. Era un día sin viento y el mar estaba tranquilo. Rápidamente bajaron los botes con los arponeros en la proa y la correspondiente tripulación de remeros. Cuando el animal estuvo a tiro Ahab, enajenado, le lanzó el arpón con toda la furia acumulada durante años de odio. Pero su pierna de palo quedó enganchada en el cordel y fue arrastrado a las profundidades quedando unido para siempre a su peor enemigo.

La ballena finalmente destruyó al Pequod y el único sobreviviente, Ismael fue recogido más tarde por otra nave para poder relatar la historia.

En septiembre se cumplió el 161 aniversario del lanzamiento de Moby Dick, la novela inspirada en un hecho real.


5 comentarios:

  1. Si hay un libro maravilloso relacionado con esta temática, ese es Relato de un náufrago, de Gabriel Garcia Márquez. Lo leí de pequeño, unas 5 veces. Te lo recomiendo por si no lo leiste.

    Saludos desde España

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    1. Gracias por el comentario. En el libro de García Márquez, el náufrago estuvo 10 días sin comer ni beber y en el libro de Owen Chase estuvieron 90 días y sobrevivieron alimentándose de los cadáveres de sus compañeros. Los dos casos muestran la capacidad del ser humano para aferrarse a la vida en situaciones extremas

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    2. Ya viste la película en el corazón del mar ?

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  2. Hay variada gran literatura sobre sentimientos humanos vinculados al mar y sus habitantes, como Hemingway con El viejo y el mar, otro clásico.

    Me parece que a Ahab la soga no se enroscó en su pata de dentadura de cachalote sino en el cuello y lo ahorcó además de sumergirlo, como abrazao a un rencor.

    Buen artículo.

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    1. Hola Sergio: Es cieta tu versión, Ahab quedó estrangulado con el cordel. En la película de 1956 con Gregory Peck, la versión es que la ballena destruye el bota y Ahab se prende de las sogas de los arpones que tiene la ballena y la arponea. la ballena se hunde y cuando emerge Ahab está muerto junto al dorso del animal.

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