martes, 25 de septiembre de 2012

SCHIKANEDER Y LA FLAUTA MÁGICA

Emmanuele Schikaneder el hombre que creó el libreto de La Flauta Mágica, fue un personaje polifacético de la Viena del siglo XVIII. Además de ser un trotamundo buscavidas, fue libretista, empresario y actor. En esta última faceta, las crónicas de algunos teatros vieneses lo registran como un excelente intérprete de las obras de Shakespeare, especialmente en el papel de Hamlet donde se compenetró magistralmente con el personaje. Como empresario, dirigió un teatro que más tarde lo llevaría a la ruina económica.
       

   Emmanuele Schikaneder

 Hasta aquí, nos encontramos con un ser olvidable, pero nos queda por analizar su rol como libretista. En este terreno, Schikaneder tampoco descolló. Escribió argumentos para obras menores e intrascendentes dirigidas para entretenimiento de un público vienés de clase baja. Se trataba de los llamados singspiel, un tipo de ópera popular o más bien opereta con contenido picaresco cantada en alemán donde se intercalaban partes habladas sin acompañamiento musical. Excepto una, ninguna de ellas superó el rigor del tiempo. Nada hay destacable en Schikaneder hasta que uno de los singspiel que compuso fue La Flauta Mágica.

Es difícil encontrar un argumento que sea más disparatado que esta obra. Basada sobre cuentos infantiles y relatos de la mitología nórdica, La Flauta Mágica es una verdadera ensalada rusa donde los héroes del primer acto resultan ser los villanos a medida que transcurre el argumento. Por su parte, los villanos terminan siendo héroes, todo lo cual genera un cierto esfuerzo de comprensión para el espectador. Si a esto se le agrega un condimento formado por escenas de ritos masónicos, aforismos misóginos y una combinación de personajes dramáticos o al menos solemnes, con otros netamente cómicos, tenemos un libreto destinado a ser rechazado por cualquier compositor en su sano juicio.
           Una escena de La Flauta Mágica en la versión de Ingmar Bergman

Sin embargo, décadas después, parece que ninguno de los exegetas que analizaron el libreto se lamentó por su falta de coherencia interna. Incluso Goethe llegó a afirmar que la obra estaba llena de hechos inverosímiles y bromas que no todos se hallan en condiciones de apreciar en forma correcta. En otra oportunidad agregó: “hace falta más cultura para reconocer el valor de este libreto que para negarlo.” Evidentemente tenía razón. Pero eso fue años después y es probable que si el manuscrito hubiera llegado a las manos del propio Goethe antes de que Mozart le pusiera la melodía, lo habría arrojado al canasto sin alcanzar la lectura de la segunda página.

El caso es que Schikaneder era amigo de Mozart y le pidió que confeccionara la partitura de La Flauta Mágica. Podemos suponer que cuando Mozart leyó aquel argumento se dio cuenta inmediatamente que estaba lejos de las creaciones que Lorenzo Daponte le había entregado en años anteriores y que dieron luz a la magnífica trilogía de óperas italianas: Don Giovanni, Las bodas de Fígaro y Cosi fan tutte.

¿Por qué aceptó Mozart la propuesta de Schikaneder? Quizás fuera que ambos estaban necesitados de dinero y además los unía una amistad de noches de juergas y el respeto y solidaridad que se deben dos personas que pertenecían a la logia masónica más aristocrática de Viena.

             El Theater an der Wien donde se estrenó por primera vez La Flauta Mágica

Mozart tomó el trabajo, pero no se puso a escribir la partitura en forma inmediata, se hallaba ocupado en la composición del Réquiem y de la ópera La Clemenza di Tito y quizás tampoco estuviera muy convencido en ponerle música a tan singular libreto. Por lo tanto, se atrasó en su ejecución y esto da cierta veracidad a una de las escenas de la película Amadeus de Milos Forman. Allí se ve que Schikaneder, después de dejar pasar un tiempo prudencial, visita a Mozart y al enterarse de que éste ni siquiera había comenzado el trabajo, se le arroja al cuello presa de un ataque de furia. La cosa no pasa a mayores porque Constanze, la esposa de Mozart se interpuso entre ambos.

Finalmente, la Flauta Mágica subió al escenario vienés el 30 de septiembre de 1791, la dirigió Mozart y el personaje cómico, llamado Papageno lo interpretó el propio Schikaneder.

Agobiado por las deudas y con una enfermedad crónica que lo consumía, Mozart falleció dos meses después sin alcanzar a ver que a la presentación inaugural le seguirían 223 funciones más, un record en los registros del mundo operístico.

Aquí nos enfrentamos con una de esas travesuras del destino que producen cambios drásticos en la historia. Schikaneder escribe un libreto insólito, por darle un término benevolente y que estaba destinado al olvido, pero quién se encarga de hacer la partitura es uno de esos titanes que la naturaleza produce una sola vez y si se repite, deben pasar centurias. Mozart crea una música sublime carente de altibajos y transforma a la Flauta Mágica en uno de los más grandes logros del género musical de todos los tiempos.

                         Wolfgang Amadeus Mozart

Para algunos expertos es simplemente la mejor ópera, o al menos se encuentra a la altura de Don Giovanni, otra de las genialidades mozartianas. Personalmente, creo que es difícil sobre cientos de producciones de este género musical, determinar cual es la mejor, pero creo que no es superada por ninguna otra. Incluso hasta el argumento adquiere belleza, se torna fresco, amigable y su incoherencia se disipa totalmente, un milagro que sólo Mozart podía lograr.

Sugiero al lector que no conoce esta obra, recurrir a la excelente versión cinematográfica realizada por Ingmar Bergman en 1974.

7 comentarios:

  1. Recientes investigaciones han demostrado que la música de Mozart tiene efectos positivos sobre el desarrollo cognitivo de fetos en el vientre materno, asi como el desarrollo en la inteligencia de personas adultas. Al parecer, Mozart utiliza en sus composiciones notas en un umbral alto, que estimula la sensación de euforia en los seres humanos. Su musica no solamente ayudaría a los seres humanos, sino a los animales y plantas, que al sentir su música pueden llegar a desarrollarse mas rápido.

    Muy interesante el artículo.

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  2. Efectivamente, Helena. A la música de Mozart se le atribuyen esas propiedades. A mi no me cansa nunca.
    Ricardo

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  3. Según refieren los biógrafos los temas escatológicos estaban muy presentes en la familia Mozart. Lo que está claro es que a Mozart le encantaba el lenguaje soez; las cartas a su prima son un ejemplo de ello y parece ser que revelan que entre Mozart y su prima había algo más que amistad.
    Mozart compuso un cánon para voces llamado "leck mich im Arsch",traducido como "l____e el c__o" .
    Evidentemenete Mozart NO lo escribió para la posteridad,sino como juegos de sociedad en los que el elemento grosero,indecente y lúdico quedaba subrayado por los juegos de palabras.
    Aunque para ser juegos de sociedad "estos cánones alcanzan musicalmente hablando,el rango de verdaderas obras maestras en miniatura,ricas en variados matices".
    Cuando estas partituras cayeron en manos de los editores, desconcertados ante la grosería del título decidieron cambiarselo por el de "nada me restaura más que el vino,que baja suavemente".

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    1. Me parece estupendo que Mozart escribiera lo que le diera la gana. Era su vida. No la nuestra

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  4. Mozart se jugó una caja de champañe con su buen amigo Joseph Haydn a que Haydn no podría tocar,a primera vista,una obra que el mismo Mozart había escrito para piano.
    Haydn, que tocaba perfectamente el piano aceptó la apuesta, se sentó delante del piano y empezó a tocar y, cuando llevaba un buen rato tocando sin encontrar ninguna dificultad en la partitura, de repente paró y dijo "no puedo continuar". El motivo era que tenía una mano en un extremo del teclado y la otra en el otro y la partitura exigía que tocara una nota central.
    Con buen humor y viendo que había perdido la apuesta, Haydn dijo que no era que él no la pudiera tocar, sino que nadie la iba a poder tocar. Entonces Mozart se sentó delante del piano, empezó a tocar y cuando se encontró en el punto fatídico, con los dos brazos en cruz, tocó la nota central con la punta de la nariz.
    Es otra de las múltiples anécdotas del ingenio de Mozart.

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  5. Muy buen recordatorio de esos dos pillines que debieron ser ese Shiklender y WAM.
    Una costunbre de Mozart, escritor de cartas estrafalario, fue la de enviar besos a sus familiares.Pero no uno, dos ni tres...enviaba miles, millones de besos.
    Sentia un miedo insuperable al sonido de la trompeta si tocaba sin acompañaniento. Enseñarle una trompeta era como si le enseñaran la diablo en persona. Simplemente se desmayaba,como fulminado por un rayo.



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