sábado, 30 de junio de 2012

DE ISLANDIA NO SE HABLA

De Islandia no se habla, ¿se deberá quizás a que es un país pequeño con sólo 330.000 habitantes y que está muy alejado del resto del mundo?¿o será que al poderoso mercado financiero no le interesa que se hable de Islandia?

Entonces viene la siguiente pregunta: ¿y porqué no le interesa? La respuesta es sencilla y esclarecedora: no le interesa que se difunda que Islandia salió exitosamente de su crisis económica desoyendo totalmente las indicaciones del FMI y la banca mundial.

Europa está en una crisis profunda y sus gobernantes, algunos puestos sin legitimidad alguna, otros porque ganaron elecciones con promesas que después mandaron al canasto, como el caso de Rajoy, insisten en aplicar doctrinas económicas de consecuencias devastadoras.

En Argentina, los mismos economistas que hoy impúdicamente brindan cátedra sobre materia cambiaria, monetaria y productiva, son los que nos llevaron al default y a la extinción del país en una forma que carecía de antecedentes en la historia de la Nación.

Islandia es una economía pequeña que antes de la crisis tenía una serie de beneficios sociales y estándar de vida que se encontraba entre los mejores de Europa. Tuvo el buen tino de no sumarse al euro, manteniendo la soberanía monetaria con la corona islandesa.

El país crecía rápidamente debido en gran parte a la poderosa industria pesquera, pero en 2003 privatizó su sistema bancario y flexibilizó las regulaciones para estimular el desarrollo financiero. Los tres principales bancos de Islandia generaron una bicicleta financiera y estalló la burbuja especulativa.

La banca privada islandesa tomó fondos de corto plazo a tasas bajas en mercados prestamistas de otros países europeos para luego ofrecerlos a tasas altas y a largo plazo en Islandia para financiar el consumo. El flujo de dinero se volcó al mercado inmobibilario que creció en forma explosiva, ayudado por el frenesí especulativo de potencias europeas.

Se tomaban fondos de corto plazo a tasas bajas en mercados financieros de otros países europeos, para luego prestarlos a tasas altas y a largo plazo en el mercado local para financiar consumo.



Se comenzó a hablar del “milagro islandés”, lo que atrajo la atención de inversores extranjeros, especialmente ingleses y holandeses. El fraude y el enriquecimiento de los gerentes de los banqueros locales alcanzó niveles obscenos.
La fiebre especulativa estalló cuando se produjo la crisis en Estados Unidos y en Europa, en 2008. Comenzó la corrida de ahorristas y los bancos no pudieron atender esa demanda, puesto que habían estructurado un sistema con depósitos de corto  y créditos de largo plazo.

Se habían sobredimensionado de tal manera que sus activos eran varias veces el producto de Islandia. Fue así que las pérdidas de los bancos ascendieron a 100 mil millones de dólares, cuando el PBI del país era de 13 mil millones. La Bolsa suspendió toda actividad y el país cayó en bancarrota.

El gobierno islandés nacionalizó los tres grandes bancos privados para evitar su quiebra. Reintegró el dinero a los islandeses, pero no hizo lo mismo con los ahorristas extranjeros. Gran Bretaña y Holanda, los más perjudicados ejercieron fuerte presión y el gobierno islandés aprobó una ley que preveía la devolución de esa deuda a costa del sacrificio de la población.



En 2009, masivas protestas sociales lograron la convocatoria a elecciones anticipadas, provocando además la dimisión del primer ministro y de todo su gobierno en bloque. El pueblo islandés consideró que ya había recibido demasiado abuso y mal trato por parte de banqueros y gobernantes y en 2010 se movilizó activamente hasta lograr un plebiscito lapidario de un 93% por la anulación del pago de la deuda. Mientras, el gobierno nombró una comisión de investigación para dirimir jurídicamente las responsabilidades políticas de la crisis.

Comenzaron las detenciones de decenas de banqueros y altos ejecutivos y consejeros de las entidades financieras. En Argentina tendríamos que haber hecho lo mismo con los economistas del establishment con Cavallo a la cabeza.

Geir Harde, ministro de economía de Islandia. Al otro monigote ya lo conocemos. El primero está siendo enjuiciado, Cavallo tiene la suerte de haber zafado. Ultimamente ha resurgido como el ave Fenix, pero no de las cenizas sino de sus excrementos.

Islandia ha atravesado una situación difícil y aún no se ha recuperado totalmente, pero ya no padece ataques a su deuda pública, ni a su moneda, ni a su sector público. Hoy, su economía se va recomponiendo lentamente al crecer un 3 por ciento en 2011 con un desempleo del 7 por ciento, y la perspectiva de aumento del Producto para 2012 es del 2,7 por ciento en una zona económica dominada por la recesión.

Pese a esa gestión de la crisis, la mayoría de los islandeses todavía padece los costos de esa debacle, porque se han recortado derechos de su Estado del Bienestar, que era uno de los más avanzados del mundo. Islandia ha conseguido recortar su déficit público (del 13 por ciento en 2008 al 8 por ciento en 2010) y todo ello a costa de medidas nada gratas para la población.

Sin embargo, Islandia es un caso que demuestra que las cosas se pueden hacer de otra manera que no sea la socialización de los quebrantos de los bancos o la implementación de la receta ortodoxa que proponen los economistas del establishment. Por esos motivos, de Islandia no se habla.
Fuente utilizadas:

La Nación 22/5/2012

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