domingo, 11 de diciembre de 2011

Argentina 2001 y Grecia 2011


En el mensaje de ayer en el Congreso, verdadera pieza de oratoria como pocas veces se escuchó en ese recinto de la Cámara Baja, la presidenta Cristina deslizó una frase de carácter medular: “He venido a gobernar para los 40 millones de argentinos y no para las corporaciones”.
Al embanderarse en este concepto, la Presidenta  mostró que se encuentra en las antípodas del pensamiento y decisiones de los gobernantes europeos, varios de ellos miembros o ex miembros de bancos de inversión, compañías de seguros, fondos de pensión y fondos especulativos y que en su conjunto forman el paquete denominado “mercados”. Paquete que es más peligroso que una bomba nuclear.
Definitivamente, no existe en el seno de la Unión Europea la menor voluntad de plantarse de cara a estas instituciones para resolver la crisis. Sucede que gobernantes y primeros ministros le temen a los mercados que mueven cifras de dinero casi 100 veces superiores al que mueve la economía real (empresas de bienes y servicios).
Estos organismos, no sólo suelen equivocarse, sino que juegan un rol execrable y perverso. Ordenan a los gobiernos planes de austeridad, recortes y ajustes que llevan a un mayor endeudamiento, desocupación y pobreza en la sociedad.
El pueblo griego, uno de los más afectados por estas medidas y que sufrió la humillación de un primer ministro obligado a renunciar por las decisiones de Sarkozy y de Merkel, ve un futuro sin salida. “Siempre pasamos períodos difíciles y logramos salir adelante, pero esta vez nos arrebataron la esperanza” Esta frase de una gerente de pequeña empresa es un denominador común en el pensamiento de todos los griegos.
En Grecia, los salarios se redujeron hasta un 40%, aumentaron los impuestos y se crearon otros con títulos curiosos como: impuesto de solidaridad y tasas sobre el petróleo y gas natural.
De aquí a 2015, alrededor de 120.000 empleados serán puestos en “reserva” como plan de saneamiento drástico de reducción del personal. Los jubilados cobran con atraso sueldos miserables y no pueden buscar, si es que la encuentran, salida en otros empleos porque está prohibido.
El presupuesto en salud pública fue recortado un 40% y pronto se suspenderá la entrega de medicamentos a pacientes con enfermedades crónicas.
Los cuadros de depresión están a la orden del día y la tasa de suicidios aumentó un 25%. Se multiplicaron el trueque, las ollas populares y los sin techo.
El premio Nobel de Economía 2001, Joseph Stiglitz, en su paso por Buenos Aires, con mínima repercusión de la corporación mediática, dijo una frase contundente: “Europa no aprende la lección de Argentina” y acto seguido agregó: “Europa y el euro van camino al suicidio”.


                                   Joseph Stiglitz

En 2001 los argentinos también considerábamos que nos habían robado la esperanza, era la época del “que se vayan todos”. Entonces en el 2003 apareció un flaco algo desgarbado, informal, con un ojo torcido y cuyo apellido no sabíamos como se escribía. En su discurso de ascensión al mando dijo: “no voy a dejar mis convicciones en la puerta de la Casa Rosada”. Unos cuantos pensaron que sería una fanfarronada más, considerando que el último presidente elegido por el voto popular, antes de su precipitada fuga en el helicóptero, tuvo tiempo para pedirle perdón telefónicamente a las autoridades del FMI por no poder cumplir sus planes de ajuste.
Pero el flaco no le tuvo miedo ni a los mercados ni al monopolio mediático que estaba a su servicio y aplicó un giro copernicano al rumbo de la Argentina.
Cristina continuó y profundizó el plan de recuperación moral, económico, cultural y científico  que hizo que hoy los argentinos hayamos recobrado la esperanza.

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