martes, 8 de febrero de 2011

Estados Unidos en la encrucijada



Recientemente cuando viajamos a Nueva York, nos llamó la atención de que el 90% de los productos en venta de los negocios, sea vestimenta, juguetes, vajilla, electrónica o artículos para el hogar provienen de Asia, especialmente de China y en menor grado India, Singapur, Malasia, Corea, Viet Nam, etc. Estados Unidos no puede competir con estos países que tienen una mano de obra por lo menos 4 veces más barata que la del obrero norteamericano.
Obama señaló que la única salida es desarrollar tecnologías de vanguardia e infraestructura moderna, pero para ello se requiere aumentar las inversiones públicas en educación, ciencia y tecnología. En este momento Estados Unidos no está en condiciones de invertir en esos rubros porque su déficit fiscal es tan grande que se acerca al valor del producto bruto interno y cuando llegue a equipararse, el futuro del país será catastrófico.
Hay dos formas de mejorar el presupuesto: reduciendo gastos y aumentando los impuestos a los más ricos. En el rubro gastos salta a la vista el agujero negro insaciable de la maquinaria bélica de Estados Unidos, tan hipertrofiada que escapa a todo control, pero además de eso su poder es de tal magnitud que ningún presidente se atrevió, Obama tampoco, a realizar un corte drástico a los despilfarros del Pentágono.
La otra alternativa es aumentar los impuestos a los ricos, pero los últimos gobiernos especialmente Reagan y los Bush hicieron todo lo contrario y los bajaron. La razón es sencilla, los ricos son los que financian las campañas políticas, por lo tanto los candidatos son prisioneros de los grandes millonarios del país y nos señala la distorsión de la "democracia" norteamericana. El intento que hizo Obama para aumentar los impuestos en este sector recibió el rechazo de los republicanos y de sus propios partidarios.
Estados Unidos está en una encrucijada que no sabe resolver y siente en su cuello el aliento de China cada vez más cerca y que en no más de una década lo desplazará como primera potencia mundial. Es un imperio que va a desaparecer sin alcanzar los cien años de duración, menos que lo que duró el imperio Británico y muchísimo menos de lo que duró el imperio Romano.
La política exterior le está resultando adversa, América del Sur consolidó gobiernos democráticos de centro izquierda unidos entre sí, un panorama totalmente distinto a las dictaduras latinoamericanas serviles a Washington.
Los pueblos de Egipto y de otros países árabes quieren deshacerse de dictaduras eternas y hereditarias todas funcionales a los intereses de Estados Unidos. Porque la retórica de democracia y libertad que pregona Washington está exclusivamente enfocada a las dictaduras que no le son afines como Cuba y Corea del Norte, mientras hace la vista gorda con China debido a que es el principal acreedor de Estados Unidos y dueña de bonos del tesoro de ese país por un valor de 730.000 millones de dólares.
Como dice Chomski, Washington protege a la dictaduras “amigas” hasta último momento y cuando ve que están desahuciadas, súbitamente descubre como en el caso de Mubarak que hacía 30 años que está en el poder ejerciendo represión durísima hacia toda oposición y entonces les suelta la mano. Es un clásico que viene haciendo desde hace décadas. Siguiendo su libreto habitual, cuando se vuelve insostenible apoyar la dictadura amiga, Washington da un giro de 180 grados, borra el pasado y después hace todas las maniobras necesarias para restaurar el viejo sistema pero con nuevo nombre. Lo que conocemos como gatopardismo.
Mientras tanto, Israel, el único país dentro del enclave del mundo árabe con democracia, sólo de puertas para adentro, mira con terror la desaparición de Mubarak, una de las dictaduras confiables junto con las de otros emiratos árabes adictos al eje Estados Unidos-Israel.
En algún momento Washington intervendrá, quizás militarmente y como siempre sucedió dejará las cosas peor que antes.
Evidentemente Estados Unidos se encuentra ante una encrucijada tanto interna como externa cada vez de más difícil resolución.



Y ya que hablamos de Mubarak, en el ámbito local, al señor Mariano Grondona, el abanderado de las dictaduras desde su más tierna infancia y el más antidemocrático de los periodistas, se le ocurrió comparar a Néstor Kirchner con el dictador egipcio. Sin ponerse colorado y sin que le temblara la voz, mientras se restregaba las manos en su típico gesto parecido al señor Burns de los Simpsons, señaló que las dictaduras terminan ya sea biológicamente con la muerte del dictador (caso Kirchner) o eliminadas por el pueblo o las fuerzas armadas como puede suceder con Mubarak. Creo que es ocioso analizar la imbecilidad de este comentario.

No hay comentarios:

Publicar un comentario